La vida de la Beata Francinaina

Tanto pobres como ricos acudían a ella para recibir un consejo. Atiende a los pobres del pueblo, siempre tiene las puertas de su casa abiertas para ellos. Aunque no sabía leer ni escribir, enseñaba la doctrina cristiana, todo cuanto había aprendido de memoria. Reunía a la juventud en su pequeña casita de campo, para rezar el rosario y después bailar.

En un pequeño pueblo de labriegos y artesanos de Mallorca llamado Sencellas, vivían Juan Cirer y Juana Carbonell, una pareja joven muy unida y cristiana. Había pocos terratenientes, abundaban los pequeños propietarios como Juan y muchos jornaleros. Había gente muy pobre. Por las fiestas se divertían bailando en la plaza, tocando la «ximbomba» y cantando.

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Juan y Juana ya tenían tres hijos varones. Por eso tuvieron mucha alegría al nacer su primera hija el 1 de Junio de 1781. Le pusieron los nombres de Francisca Ana María Buenaventura. Los cuatro hermanos crecían entre risas y juegos, ayudaban en los trabajos del campo a sus padres.

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Su madre no pudo amamantarla, por eso la Sra. Catalina fue su nodriza. Francisca Ana crecía como las demás niñas del pueblo. Su madre la vestía con vestidos muy hermosos, pero ella prefería ir vestida de forma más humilde y pobre. No le gustaba la ropa elegante ni las joyas.

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Al final del verano era muy feliz al acompañar a sus padres y hermanos a recoger los higos, secarlos, y por la noche divertirse con baile y canciones.

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Desde la infancia Francisca Ana aprendió a amar a Dios, seguir a Jesucristo. Le gustaba mucho aprender de memoria la doctrina cristiana. A los 7 años recibió el sacramento de la confirmación. Al recibir su primera comunión a los 10 años, dijo: “Desde pequeña siempre he sido de Jesús, pero ahora Jesús es mío y yo soy de Jesús”.

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De niña sintió que debía ser fuerte contra el Mal, le angustiaba el miedo al infierno. El párroco Molinas nos dice: “llegada a la adolescencia el enemigo envidioso de la humanidad empezó a odiarla y a declararle una guerra cruel”, hasta el punto de presentarse disfrazado de fraile franciscano. Por eso ella siempre oraba por la conversión de los pecadores.

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A los 16 años pidió a su padre para entrar en el convento de la Piedad de Palma, pero no le dio el permiso. Ella obedeció y siguió viviendo una vida de piedad y ayuda a los demás.

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La tristeza llegó pronto a su casa, en pocos años mueren sus hermanos y su madre (1800-1807). Queda cuidando de su padre, que muere años más tarde (1821). A los 40 años se había quedado sola para cuidar de la casa y de las tierras de sus padres. Su carácter emprendedor hizo que saliese adelante, iba a otros pueblos de la isla a vender su cosecha.

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Francinaina ya no pensaba en casarse, y la gente del pueblo empiezan a llamarla “Tia Xiroia” con mucho cariño. Clara y Magdalena, son las dos amigas que viven con ella. Otras mujeres piadosas acudían a su casa para compartir y orar. Francisca Ana tiene un solo deseo: ATRAER A TODOS HACIA DIOS.

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Tanto pobres como ricos acudían a ella para recibir un consejo. Atiende a los pobres del pueblo, siempre tiene las puertas de su casa abiertas para ellos. Aunque no sabía leer ni escribir, enseñaba la doctrina cristiana, todo cuanto había aprendido de memoria. Reunía a la juventud en su pequeña casita de campo, para rezar el rosario y después bailar.

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A los 70 años escucha al sacerdote Rafael Caldentey, predicando en una misión en Ruberts. Sus palabras más el acompañamiento espiritual del rector Juan Molinas, motivan a Francinaina para consagrarse públicamente a Dios. Tiene una gran confianza en Dios. Convierte su casa en un convento, decía: “No puede el oro de can Raió, lo que yo puedo con el Señor”.

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En 1851 Francinaina Cirer junto con Magdalena Cirer y Magdalena Serra reciben el hábito y hacen los cuatro votos: pobreza, castidad, obediencia y asistencia a los enfermos. La finalidad de la nueva Casa de la Caridad será la educación de las niñas, la asistencia a los enfermos y la catequesis para adultos y niños.

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Mucha gente acude a ella y recibe consuelo, ayuda y sanación. La mañana del 27 de febrero de 1855, Francinaina después de comulgar y asistir a misa se siente mal. Tuvo un derrame cerebral que le provocó la muerte. Todo el pueblo de Sencelles y Mallorca lloró su muerte.

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Rápidamente se extendió su fama de santidad. En 1989 es beatificada por S. Juan Pablo II. En 2011 es nombrada patrona de los catequistas de Mallorca. Está en proceso su causa de canonización.

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La vida de la Beata narrada por Maria Pizá e ilustrada con acuarelas realizadas por Magdalena Nicolau. La colección completa de acuarelas se encuentra en la Casa Museo de la Beata en Sencelles.